Hace casi tres años que el Human que hay en mí parecía haber desaparecido. Llevo unos días pensando en volver a escribir otra vez y aquí estoy. Pero en un principio creía que quería hacerlo para que los demás supieran qué ha sido de él. En realidad, ahora me acabo de dar cuenta de que quizás estoy escribiendo para enterarme yo mismo de qué ha pasado.
Todo cambió el 7 de Octubre del 2017. Recuerdo, justo un día antes, un atropellado concierto online que realicé para promocionar el lanzamiento de mi disco. Digo atropellado, porque en un cambio de última hora tuve que lidiar con aquel imprevisto que se presentó y revolucionó todos los planes previstos. Aquel imprevisto que nos obligó ese día a cambiar un vuelo, hacer las maletas y preparar un viaje para esa misma madrugada. En medio de esa vorágine me conecté online, cogí la guitarra y me puse a cantar/contar como si nada pasara… cuando las luces se encienden nada importa. Al día siguiente, un mes antes de lo previsto, nace mi hija Abril y a partir de ese momento mi vida cambia por completo. Y no me refiero al típico cliché de “es que un hijo te cambia la vida”. No se trata (sólo) de eso. Lo que ocurrió es que de nuevo sentía que me enfrentaba a una nueva “reencarnación” de mí mismo. Ya cerca de los cuarenta, la vida me había puesto en una tesitura en la que me obligó a demostrar si aún quería mi sueño y le planté cara. En eso estaba cuando el destino me propuso esta aventura de la paternidad y yo, por supuesto, como siempre he hecho con el destino, dije que sí sin achantarme. Y llegó Abril. Y me entregué totalmente a mi nueva aventura. Yo no le pertenezco a ella, ella no me pertenece a mí. Pero ambos nos elegimos en algún momento. Si alguien te elige como tu guía para llegar al mundo y completar su camino junto a ti, tienes que darlo todo. Y cuando has absorbido la vida como lo he hecho yo, cuando has VIVIDO, cuando has amado y te has sentido amado, cuando has pasado por muchas personas y muchas personas han pasado por ti, sabes que llegado a este punto, lo que toca es hacer lo que hay que hacer sin dejar interferir a egoísmos innecesarios. Y en eso he estado. Primero iban a ser unos meses, los primeros, cuando ella demandaba lo más esencial. Ahí incluso pudo coexistir mi mundo creativo y parte de mí mismo y mi mundo anterior por un tiempo. Había espacio para la creación ajena a Abril y hasta compuse varias canciones, cambié de trabajo, avancé… Pero después el tiempo pasaba y el pequeño experimento inicial se prolongó en el tiempo. De los meses pasamos al primer año, después el segundo… Y yo mientras tanto necesitando imperiosamente algo muy muy importante: tiempo. Tiempo para darme a Abril, tiempo para aprender con ella y de ella. Y me fui deshaciendo de cosas que ocupan mucho tiempo, me reservé, oculté la luz a todos para reservársela a ella. Quizás eso sería suficiente para saber dónde he estado. Pero además hay dos cosas fundamentales que también están anidadas en mi cabeza y que han definido en gran medida esta etapa. La primera es mi certeza de que hay que vivir el presente, el momento, el instante que precede al siguiente instante, porque ahí es donde está la vida, la de verdad, la que hace feliz. Y hay que vivirlo cuando ese instante nos hace reír, cuando nos hiere, cuando nos enseña, cuando nos transforma. Hay que estar atentos para que no nos pille despistados con el piloto automático. Pero con un bebé ese presente es aún más alucinante porque se transforma continuamente. En nuestra vida de adultos el instante de hoy puede repetirse el mes que viene. En un bebé eso no es así. Cada instante es único y no te lo puedes perder porque eso sería de insensatos. Supongo que es así hasta los ¿dos, tres, cuatro años? No sé, aún estoy en el tercero. Y si tienes algo así de alucinante entre las manos de lo que embriagarte, es muy fácil decidir que todo lo demás puede esperar un poco. La segunda cosa es la certeza de que no estamos para siempre. Últimamente le he pedido una tregua a esta obsesión y parece que va mejor, pero hace ya unos años en los que la abrumadora realidad de nuestra existencia efímera define mi vida. Y esto te cambia porque cuando eres consciente de ello, ahí sí que te niegas a perderte ni un momento de la vida, porque sabes, y me refiero a SABES con mayúscula, que puede ser el último. Y por si acaso, ya que he tenido una vida maravillosa donde he pasado por muchos caminos, ahora es el momento de disfrutar de éste sin reservas, de la paternidad, del amor superlativo, de la creación más genuina. Sin ponerme muy intenso, la verdad es que os digo que tengo una hija muy divertida, una vida muy divertida. Como a todos, también esta locura distópica que estamos viviendo ha cambiado mi vida y en mi caso me ha vuelto más ermitaño aún. Antes hablé del destino. El destino podría decirse que es lo opuesto a la libertad. Pero claro, ¿quién marca el destino? ¿Fuimos nosotros antes de llegar aquí? ¿Es el cúmulo de nuestras decisiones, que van creando una red de posibles elecciones? ¿No sería entonces la libertad una cualidad del destino? Antes también hablé de elegir. De que Abril y yo nos elegimos. Y yo soy una persona muy aplicada cuando me encomiendan una misión y a ello me he entregado sin reservas. Por supuesto, parte de mis impulsos vitales se han mantenido, siempre hay un porcentaje de tu energía vital que guardas para ti. Pero si estoy escribiendo ahora esto, aquí, a ti, es que el destino, siempre caprichoso, me está insinuando que tome esa barca río abajo que me conduce a la certeza de una calma, o puede que a la incertidumbre de una tempestad o incluso al riesgo de una catarata al final del camino… pero al fin y al cabo que retome “más impulsos vitales” de mí mismo. Y, por qué no, del Human que hay en mí también. Lo siguiente… pues imprevisible, como la vida misma, quizás muy pronto vuelva "la música"... Yo aquí permanezco expectante como siempre, para lo que me echen.
4 Comentarios
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Juan Lobón
The human, o la soportable levedad de ser simplemente uno mismo Archivos
Diciembre 2020
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